Asevera el
presidente del gobierno español, con tono inquisitivo, que Artur Mas ha dado un
paso a ninguna parte con sus nuevas intenciones de convocar unos comicios
electorales con una candidatura independista única que, de lograr mayoría
absoluta, procuraría la independencia de Catalunya en 18 meses.
La habitual esencia galaica de nuestro presidente y su
marcado comportamiento bipolar, implacable y tajante con los débiles pero
sumiso y servil con los poderosos, hace que una vez más su discurso sea ambiguo,
excepto con sus inamovibles consignas de unidad territorial, desprecio al pueblo catalán, y a todo lo contrario a las doctrinas peperas, y optimismo
económico, que por otra parte parecen perpetuas en la historia de este país
sempiternamente dominado por una mediocre oligarquía aristocrática que
controlaba la riqueza sometiendo a la miseria a la mayoría del pueblo. La
picaresca que atribuyen innata al español, y con la que tratan de justificar la
corrupción política, y de los demás poderes económicos y espirituales, no era
fruto de la sangre que circulaba sus venas, si no de la miserable situación que
les obligaba hasta a robar a los ciegos. Pretenden hacernos creer que somos
como quienes nos gobiernan, que enriquecen a bancos, empresas y especuladores
con nuestros impuestos que surten los presupuestos mientras muchos de los contribuyentes
son desahuciados y pierden derechos, calidad de vida e incluso acaban en los límites
de la indigencia, pero se comprueba claramente que no es así, pues mientras los
políticos siguen gestando, produciendo y ocultando corruptelas de variado tipo,
los ciudadanos de a pie se vuelcan en un ejemplo de solidaridad y donan cientos
de toneladas de alimentos para los más desfavorecidos.
No, afortunadamente no somos como ellos, que o dan pasos a
ninguna parte o directos al empobrecimiento de la sociedad en beneficio de unos
pocos.
Asevera el
presidente del gobierno español, con tono inquisitivo, que Artur Mas ha dado un
paso a ninguna parte con sus nuevas intenciones de convocar unos comicios
electorales con una candidatura independista única que, de lograr mayoría
absoluta, procuraría la independencia de Catalunya en 18 meses.
La habitual esencia galaica de nuestro presidente y su
marcado comportamiento bipolar, implacable y tajante con los débiles pero
sumiso y servil con los poderosos, hace que una vez más su discurso sea ambiguo,
excepto con sus inamovibles consignas de unidad territorial, desprecio al pueblo catalán, y a todo lo contrario a las doctrinas peperas, y optimismo
económico, que por otra parte parecen perpetuas en la historia de este país
sempiternamente dominado por una mediocre oligarquía aristocrática que
controlaba la riqueza sometiendo a la miseria a la mayoría del pueblo. La
picaresca que atribuyen innata al español, y con la que tratan de justificar la
corrupción política, y de los demás poderes económicos y espirituales, no era
fruto de la sangre que circulaba sus venas, si no de la miserable situación que
les obligaba hasta a robar a los ciegos. Pretenden hacernos creer que somos
como quienes nos gobiernan, que enriquecen a bancos, empresas y especuladores
con nuestros impuestos que surten los presupuestos mientras muchos de los contribuyentes
son desahuciados y pierden derechos, calidad de vida e incluso acaban en los límites
de la indigencia, pero se comprueba claramente que no es así, pues mientras los
políticos siguen gestando, produciendo y ocultando corruptelas de variado tipo,
los ciudadanos de a pie se vuelcan en un ejemplo de solidaridad y donan cientos
de toneladas de alimentos para los más desfavorecidos.
No, afortunadamente no somos como ellos, que o dan pasos a
ninguna parte o directos al empobrecimiento de la sociedad en beneficio de unos
pocos.