martes, 13 de octubre de 2015

La unicidad española

    El lema "Una, grande y libre" fue utilizado por pensadores, políticos, analistas y estadistas a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en plena reunificación de algunos países como Alemania o Italia para fomentar la unidad y la unicidad de las nuevas realidades fronterizas. También países en plena expansión, como Estados Unidos pretendían construir una nación grande y libre, e incluso otras en plena descomposición de sus territorios imperiales y de sus obsoletas y abdolutistas estructuras políticas como España,reivindicaba convertirse en una, grande y libre, tanto desde las filas carlistas, como de quienes anhelaban una monarquía constitucional para lavar la cara del despótico poder. 

   El eslogan también fue utilizado en G recia y en México a principios del siglo XX, con el fin  de aunar al máximo los sentimientos de sus habitantes en torno al territorio geográfico que se quería potenciar. También el nacismo alemán se sirvió del lema para ensalzar su destructiva grandeza, pero donde más profundamente caló fue en este país de machadiana charanga y pandereta.       Precisamente fue en la Segunda Republica cuando ante las reivindicaciones independentistas catalanas se retomó su utilización, tanto por el propio Azaña, como especialmente por la revista de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), generalizándose en los discursos opuestos a la república y oficializándose en el franquismo a través de su presencia en blasones y monedas, sobre su aguilucho y otros símbolos falangistas. 

    La restauración borbónica del 75, y la posterior constitución del 78, mantienen el eslogan y otros símbolos hasta que a finales de 1979 el grupo solialista presentó una proposición de ley para eliminar todos esos símbolos franquistas, lo que finalmente se aprobó bajo el gobierno de Suarez y se tradujo en la Ley 33/1981, del Escudo de España de 5 de ocubre de 1981, sancionada por nuestro Rey jubilado Juan Carlos I. Hasta entonces España seguía siendo Una, grande y libre. 

    Ahora, 34 años después, las hordas peperas con Rajoy al frente, se empeñan en resucitar, hasta por la fuerza y cualquier otro medio a su alcance, (como refleja la ensalzada exageración con la que han publicitado la españolidad de este último 12 de octubre), y sin tener en cuenta la voluntad de sus ciudadanos, aquellas máximas franquistas, aunque sólo lo lograrían en cuanto a lo tiránico de su mayoría absoluta, puesto que un país no puede ser libre con leyes mordaza o tasas judiciales que impiden el acceso igualitario a la justicia, no puede ser grande cuando se vende a trocitos a las grandes multinacionales y empresas y se legisla al capricho de éstas y no puede ser una, cuando cada vez son más las diferencias entre los españoles ricos y los españoles pobres. Así pues ni libertad, ni grandeza, ni unidad. Lo que si han logrado estos patéticos gobernantes es cumplir otra de las acepciones de Una, entendida como única. La unicidad de España se ampara en cosas tales como que sea el único país del planeta que conserva y ensalza monumentos a un sangriento dictador mientras impide desenterrar de las cunetas más de 100.000 víctimas de su terror; como que sea el único país con afectados por la Talidomida cuyos tribunales les dejan sin indemnizaciones por declarar prescrito el origen de los fatales efectos que persisten hasta la muerte mientras alejan de sus labores a los jueces que dictan justicia contra los intereses de los gobernantes; o como que sea el único país con dos reyes,  además pertenecientes a dinastías cuyos países de origen les expulsaron para convertirse en repúblicas, o un presidente del gobierno cuyas pruebas de ineptitud son tan numerosas como actividades realiza. Eso sí, cuando la situación lo requiere se solidariza con víctimas del terrorismo, refugiados, afectados por catástrofes y por cualquier otro mal, pero en realidad no conoce el significado altruista de la solidaridad, ni siquiera lo que es España. Si ese es nuestro máximo representante, dan ganas de exiliarse del país





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